sábado, 10 de octubre de 2009

Ojos de lobo tras el mopane en mitad del páramo y un poquito de reactable.

Título realmente chorras para hablar de 3 cociertos de la pasada semana.
El jueves tocaban en el Gruta Mopane, Sonnov y El Páramo. Ese era el orden que yo esperaba, pero finalmente abrieron El Páramo, mi banda favorita de la noche. Stoner guapo guapo, energía e intensidad; en directo siempre muy recomendables. Acabé cabeceando presa de sus ritmos extáticos. Como siempre, los movimietos sexys de Jorge de lo mejor de la noche.
Luego Mopane. Los había visto hacía cosa de una o dos semanas -sí, amigos, mi cerebro últimamente no discierne tiempos como antaño, quizá me estoy acercando a algún tipo de paradoja espacio temporal y confundo ambos- con Maderacore en una salita por Goya en la que creo sólo había estado una vez -si es que era la misma, ¡malditas neuronas!- viendo al grupo del primo de un colega, no recuerdo ahora el nombre, una cosa de chavales -con todos los respetos-. Me gustaron mucho con los Madera y me gustaron en su primer tramo en el Gruta, pero al final terminaron haciéndoseme un poco pesados. Desde luego, a mí me sobró el bis. Pero muy bien, ¿eh? La verdad que tienen un nivelazo como instrumentistas increíble, y como acertadamente comentó Gazty, fue un agradable cambio de tercio tras Los Páramos -que por donde pasan, ya se sabe, no vuelve a crecer la hierba-.
A los Sonnov, lástima, no los vi. Chicos, era jueves, era la 1 de la mañana y aquello no tenía pinta de empezar hasta pasado un rato. Trabajábamos al día siguiente -¿para cuando una pensión vitalicia?-, teníamos hambre y nos fuimos. (En el Gruta, ya lo sabéis, el que toca último, siempre, toca para la mitad de público. Al primero le va mejor, quizá empiece con pocos, pero en 10 minutos se acercan todos los que sigan en el bar).
El sábado, a la Casa Encendida a envenenarnos los oídos a ritmo de reactable. Sergio Jordá. Tuvo momentos realmente brillantes, algunos un poco más pesados, pero resultó excelente para entender los mecanismos del cacharro y sus posibilidades, rítmicas, tímbricas, desbordantes. Me gustó, la verdad, aunque muchos modernos no pudiesen soportar el elevadísimo nivel de decibelios -y ya saben, esto lo dice un heavy, acostumbrado a conciertos de hardcore y metal-. No sé qué les pasaba a los técnicos, pero aquello sonó alto del demonio. Divertido.

Wolf Eyes, esa peña.

Y el domingo, después del ensayo, a ver a los Wolf Eyes cerrando el Experimentaclub -gracias a todos los clientes de Caja Madrid-. Brutales. Pero brutales de verdad. A este iba prevenido y me llevé los tapones. Me encanta ver a gente haciendo algo tan supuestamente modenno poniendo tanta pasión y locura. De verdad, gran concierto. Y entrañable finalizar la noche viendo a las estrellas vendiendo camisetas y vinilos en la calle sobre unos contenedores de basura. Entrañable de verdad.